domingo, 7 de febrero de 2010

Una cucharada por Fulano, otra por Mengano... Y ninguna por mí

El inconformismo con el que creía que saludaba a los demás acabó siendo una capa del maquillaje que tanto critico. No me quiero tan poco como para llamarme cobarde, pero algo fallará especialmente en mí, para que mi camino esté tan sometido a las desigualdades del relieve.
Si tan solo pudiera estar segura de que mi vida está siendo esculpida por mis manos, no me importarían las imperfecciones que deja el tallado de su forma. El problema parece yacer en la incertidumbre, en el no saber la procedencia de la aguja que teje mi tapiz.
No hablo de destino, no hablo de Dios. Hoy no. Hoy hablo de resignación.
Tantos años creyendo en un cosmos equitativo y libre, y ahora alguien me grita a la cara esta ausencia de libertad. Me resigné a los deseos de aquellos que querían que mi vida se construyera sin errores ni caidas, y también a los que querían mis rodillas desconchadas. Me resigné a las órdenes de los que indiferenciaban mi persona, a las restricciones de personas que no conozco, e incluso a aquellas de cuya existencia no tengo noticia. Y al final, me doy cuenta de que la única persona a la que no me resigno es a mí misma.
De ahí mi mediocridad, supongo.
Espero que la valentía y la libertad que tengo entumecidas en alguna parte de mi alma, me indulten algún día por no haberlas dejado volar.
Mientras tanto, tengo esperanza en que de vez en cuando, se me deje un hueco en mi vida para vivirla.
Nadie me ha prohibido aún no resignarme a que el mundo no tenga remedio, a que los sueños sean para ilusos, o a que los hombres sean, por naturaleza, lobos para hombres.
Me gusta someterme a la esperanza, y que ella sirva de alimento para la liberad que acecha para saltar.

viernes, 15 de enero de 2010

Haití


Cuántos de nosotros hemos visto las piernecitas de nuestro hermanito bajo una montaña de insalvables escombros. La respuesta es ninguno y debería ser todos. El cuerpo al que una Haitiana llora corresponde a una persona tan merecedora de tu hermandad como aquel niño nacido también de tu padre y de tu madre. En cierto modo, apelando a la fé que más o menos entumecida todos tenemos, somos hermanos de Haití, encarnado en el llanto de esta hermana nuestra.
Es demasiado fácil decir 'qué pena'. Dejemos la humanidad en manos de los gobiernos a los que les vendimos la nuestra. Veamos cuál es el resultado de la ayuda prestada por aquellos que robaron el significado de la solidaridad.
Y es que en el contractualismo no cedemos nuestra libertad sino la de los demás. En algún momento cuyo motivo no alcanzo a comprender, subastamos por la propiedad privada con nuestra alma como moneda de cambio. En esa subasta, todos salimos perdiendo.
Que me iría a Haití, con mis hermanos, si pudiera. Si de algún modo,fuera útil para ellos, y no un estorbo capaz de hacer problemas de optimización de empresas.
Alguien vendió mi humanidad para que pudiera ser abogada, y pusieron en el contrato con letra pequeña, que se me prohibía elegir el momento para ser persona.
Ahora me dirijo a convertirme en la idílica máquina a la que no enseñaron a ser útil, mientras personas de verdad están sufriendo, en el otro extremo del atlántico y en la población centralizada de mi apelmazado corazón.

Dejadme ser haitiana.

jueves, 7 de enero de 2010

Por qué odio las matemáticas

Hubo un tiempo en el que las matemáticas eran la más sólida base para la ciencia más perfecta jamás pensada: La filosofía.
Constituía los cimientos de la lógica y la razón, elevando así a la mente hasta un punto en el que ya podría deliberar conclusiones inescrutables, como la bailarina que tras años de trabajo y dedicación, sale al escenario sin preocuparse por la técnica que a base de sudor fue fundada en ella, y que ya no podrá olvidar.
Ahora me pregunto en qué momento cambió esto y por qué motivo. Supongo que por la misma causa por la que preferimos el plástico al barro, el materialismo al espíritu o la supervivencia a la felicidad. En el momento en el que tomamos el rumbo equivocado, las matemáticas también fueron arrojadas por la borda.
No critico a las matemáticas entonces, sino a los matemáticos. En ese momento en el que la humanidad yerra, los encargados de enseñar la lógica de esta ciencia, se olvidan de su principal finalidad, de la vía que han de tomar, y como nuestra vida, las matemáticas pierden su sentido.
Ya no nos enseñan el por qué, sino el cómo.
Un 'cómo' que sin 'por qué', pierde el 'para qué'.
Y así perdió la matemática su fundamento. Porque ya no nos enseñan la causa de una derivada, sino las reglas a seguir para obtener un resultado cuya veracidad no cuestionamos, pero tampoco entendemos.
Esa ciencia tan noble de personas inteligentes, tristemente ha dejado de serlo para convertirse en un pasatiempo de tontos basado en aprenderse de memoria unas directrices a seguir. Y las vas acatando hasta que dejas de pensar por tí mismo.

Matemáticos, no volváis a decir que sois la base de la filosofía. Ya no.