lunes, 2 de noviembre de 2009

Cuenta atrás


Lo increíble es que aún haya gente incapaz de admitir vida fuera de los lares del planeta Tierra. En pleno siglo XXI, hemos averiguado demasiadas maravillas ajenas a nosotros mismos, como para seguir con la soberbia de creer que somos los únicos privilegiados. Ya sabes que cada luz que ves en tu 'tapa del arca' es una estrella, y cada una con planetas (o no) a su alrededor. ¿De veras crees que es estadísticamente probable que no haya vida en alguno de ellos? Entonces, tu próxima pregunta no superará la índole de la clásica '¿Por qué no se caen las estrellas del cielo?'.
Son cosas que has estudiado, pero más que aprendérselas tan fielmente como para recitarlas al pie de la letra, de sabios es sentirlo.
Incluso en nuestro propio planeta hay seres que jamás nos hubiéramos atrevido a imaginar.
Sentirse pequeño frente a esta información, es un gesto de agradecimiento a las causalidades y casualidades de nuestra existencia.
El cosmos no fue creado por y para nuestra existencia, y es el sol el que ocupa el centro en el que tanto nos creímos estar situados. Hemos tardado mucho en darnos cuenta, y nos tenemos que percatar de muchas cosas más.
Pero no disponemos de tanto tiempo.
¿Cuánto le queda al sol? Poco, pero desde luego más que a la vida en el planeta (Sí, nuestra culpa). Y cuando el fin tenga lugar, no será la extinción del ser humano la que más me rompa el corazón.
Me apenan los animales pacíficos, que quieren a sus crías y no asesinan a aquellos de su misma especie sin causas mayores. Esos a los que hemos situado por debajo de nosotros en nuestra egoísta jerarquía.
Hay muchas cosas que aprender. Me frustra pensar que nos queda poco tiempo, y que ese plazo haya sido limitado por nuestra inconsciencia. Y lo que ¡Por Dios! más histérica me pone, es que la raza cree que lo que queda por aprender es aquello que conlleva destrucción.
Más que aprender tenemos que recordar. Debemos volver al orígen, cuando no habíamos distorsionado los bordes del camino con la avaricia y el odio propios de la deshumanización. Debemos anular todo lo aprendido y volver a aquello en lo que nos tendríamos que haber centrado.
Más que bioquímica nuclear, necesitamos filosofía.
Y necesitamos amor.